
Es muy fácil juzgar con liviandad el sufrimiento. El padecimiento
no tiene una explicación lógica como muchos otros misterios de la vida no lo
tienen. Sabemos que Dios quiere que estemos siempre bien, y lo dice en
innumerables versos, también sabemos que la Biblia es un todo que no funciona “por
partes” (texto sin contexto= pretexto) Hemos de enfrentar situaciones dolorosas las entendamos o no. Tarde o temprano
vamos a exponernos en mayor o menor medida a alguna circunstancia complicada,
difícil y hasta irreparable. El asunto crucial no es tener la salida
del problema, el punto es como lo vivimos.
Si Dios permite o no el sufrimiento en nuestras vidas creo
que no es nuestro negocio averiguarlo. Con más razón todavía si hablamos de
enfrentar la pérdida irremediable. Lázaro resucitó, con el propósito de mostrarel poder de Jesús pero algún día, mes o año posterior a ese impresionante suceso se murió, ni lo
duden. Y cada vida es diferente. Podríamos mil veces preguntarnos “porque a mí”.
Déjenme decirles por experiencia que esa pregunta nunca se hace con sabiduría.
Todos
quisiéramos conocer nada más que el dolor de cabeza y nunca el dolor de muelas.
Pero durante el malestar, algunos ganamos empatía con otros que sufren lo
mismo, otros, no. Algunos con la pérdida desarrollan la valentía de empezar de
nuevo, otros viven sumergidos en amargura para siempre.
La aflicción no produce el mismo
efecto en todos.
Cada vez que hay un dolor grande o duda en tu vida, el diablo (si, existe) aprovecha el momento sensible para llenarte la cabeza de culpa, de rencor y rabia hacia los demás y de desconfianza hacia tu Padre, (entre otros muchos sentimientos negativos). Lo hizo con Adán, lo intentó con Jesús y lo seguirá haciendo porque muy original, no es. Su objetivo es bloquear tu vida espiritual, y enfriar toda relación con Dios para llevarte lentamente lo más lejos posible de su presencia (y se toma todo el tiempo que necesite, no le importa esperar, hace un trabajo lento pero seguro, si lo dejan)
La mejor forma de hacerle frente a la mentira es una verdad.
Cada vez que hay un dolor grande o duda en tu vida, el diablo (si, existe) aprovecha el momento sensible para llenarte la cabeza de culpa, de rencor y rabia hacia los demás y de desconfianza hacia tu Padre, (entre otros muchos sentimientos negativos). Lo hizo con Adán, lo intentó con Jesús y lo seguirá haciendo porque muy original, no es. Su objetivo es bloquear tu vida espiritual, y enfriar toda relación con Dios para llevarte lentamente lo más lejos posible de su presencia (y se toma todo el tiempo que necesite, no le importa esperar, hace un trabajo lento pero seguro, si lo dejan)
La mejor forma de hacerle frente a la mentira es una verdad.
Ella lo espanta y tu cerebro la incorpora y la lleva a la realidad.
¿Quién
nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o
hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Romanos
8:35
No sé porque suceden las cosas feas, pero de algo estoy segura
Dios no se va. Y que Él esté no indica falta de problemas, significa abundancia
de confianza.
Lucas se curó y tiene 15 años, y no se deja sacar fotos sin
hacer cara de loco.